martes, mayo 22, 2007

Oración

Nada se puede hacer contra ese golpe seco en la entraña

es el temor al universo desolado, es el miedo diario al que dirán, es

apenas, una sombra que tatúa la memoria.

No vivo en la selva, ni mis palabras son quetzales que moran

en los ojos de un lagarto, mucho menos respiro el aire transparente

que la lluvia de bugambilias traería hasta mi cuarto;

soy más bien una cosa extraña, un pronombre que ha visto los días caer

como aguacero repentino, alguien que huye del dolor como si así lograra algo, por eso

perdí hoy la cabeza, me declaré enfermo, quise ingresar al Batán, y curar el día

revolcándome en la cama. Que estoy enfermo, hecho de huesos y de carne, de sangre

y de células que vibran al mirarte. Todo yo, todo este yo, es una anfetamina, una descarga

de tóxicos, un espumarajo de odio.

Sentí el piquetazo de rabia, anonadado, proferí todo eso que no quise.

Oh cuerpo, quien me librará de ese cuerpo esclavo, de ese otro que siempre aparece

cuando no quiero que lo sea.

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